Años de lecturas, que desde los cómics de la infancia y el
romanticismo de las novelas juveniles hasta la densidad de los sesudos ensayos
de afamados periodistas han ido dejando finas capas de posos, sedimentos tan
apretados y densos que hacen difícil diferenciar la realidad de la ficción, lo
leído de lo soñado...
Años soñando con un destino maravilloso, deseado y sobado en
la imaginación desde tan antiguo que prácticamente se ha borrado la tinta de
esas ya lejanas primeras páginas de la agenda donde se van anotando los viajes
pendientes; uno de esos destinos siempre imposibles aunque sólo sea porque
nunca hemos pensado que de verdad existen y que quedan supeditados a tantos
condicionantes improbables que cuando de pronto los ves delante, así, sin
previo aviso, te asustan y paralizan talmente como si te topases a un leopardo
durmiendo la siesta en el sofá de tu salón... el monstruoso día a día hace que de pronto te
encuentres en paños menores (así, a pelo, sin navaja suiza ni támpax de
repuesto) ante uno de tus grandes sueños que nunca iba a ocurrir...
En fin, disquisiciones filosóficas aparte, que ya habrá
tiempo para todo, el caso es que Georgia y Armenia me esperan ansiosas a
mediados de esta semana y yo, desconsiderada, apenas he dedicado tiempo a
mirarlas cara a cara... ¡qué desfachatez!
No hay comentarios:
Publicar un comentario