lunes, 19 de junio de 2017

Platillos para compartir la vida

Hoy hemos vuelto a cenar muy rico; la verdad es que aunque hay algunos platillos que se repiten, como la omnipresente ensalada de pepino, tomate y perejil o el pan de queso, o los entrantes basados en alcaparras marinadas o el queso en sus formas menos apetitosas (hoy mezclado con harina de maíz, hecho una plasta blancuzca bastante poco apetecible y ciertamente difícil de comer), en general toda la comida está cocinada de una manera sabrosa y sana, con muy poca grasa, por no decir ninguna,  usando aliños gustosos de hierbas crudas y especiada ligeramente, sin llegar a resultar fuerte. De modo que los sabores son muy naturales y reconocibles para los mediterráneos, aunque sus presentaciones nos sorprendan.

Entrantes de una pasta de alcaparras marinadas, otra de espinacas y otra que no he reconocido, adornadas con grosellas.

Unos pinchos de carne picada de ternera a la brasa (riquísimos y muy jugosos) con salsa de tomate ligeramente picante.

Pinchos de.pechuga de.pollo acompañados de una salsa de ciruelas verdes (ácida) y de otra de nueces. Excelente combinación.

También nos han servido una trucha frita que estaba encima de la mesa cuando hemos llegado a modo de aperitivo, presentación insólita para nosotros. Y unas alubias con cilantro servidas en una jarrita de  barro como si fueran sopas de ajo, pero estaban medio machacadas, no se sabía si están acompañamiento o plato por derecho propio... Y es que algo que no acabo de entender muy bien es qué orden siguen para presentar los platillos. En general encontramos las ensaladas y los quesos encima de la mesa al sentarnos a modo de aperitivo. Después continúan con cosas variadas vegetales o legumbres y a continuación los platos de carne, pero más de una vez nos han sorprendido con una sopa o las patatas fritas así, a bocajarro, una vez terminados los platos fuerte y justamente antes del postre.

La manera de presentar las comidas es algo que a los españoles nos agrada, puesto que sirven muchos platos pequeños en el centro de la mesa para compartir, a la manera de nuestras raciones. No hay ningún plato que sea servido individualmente, por lo que constantemente hay platos circulando de mano en mano y todos están pendientes de que los demás prueben las cosas que más gustan. Eso genera diálogo en torno a la comida: cada uno va comentando si le gusta o no le gusta lo bien que está cocinado, si pica mucho o poco... y se genera una atmósfera de compartir que encuentro muy bonita. 

Como postre siempre hay fuentes de frutas cortadas, a modo de coloridas y frescas tentaciones. Y otra cosa que me gusta es que terminas con la sensación de haber probado muchas cosas diferentes y de haber comido lo suficiente, pero nunca con la sensación de estar muy lleno o de que has comido más de la cuenta, que tantas veces ocurre en España.

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